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PREGON SALIDA PROCESIONAL HERMANDAD NUEVA ESPERANZA 2014

(texto íntegro del pregón)

Querido Joaquín:

¿Quién te iba a decir a ti, que ibas a acabar con tu señora Ana, como unos de los vecinos más mayores del barrio de Nueva Málaga? Las cosas pasan siempre con una intención, por una causa. Y no es otra esa causa que la voluntad de Dios.

La voluntad de este Dios, que nos quiere, y que siempre nos quiere felices y para ello da todas las vueltas posibles, quiso que hace ya año y pico, en aquella soleada mañana de octubre, en la que yo iba un poco perdido sin saber a qué iba, a aquel lugar que una vez se llamó Peñarrubia, hoy un pantano, me encontrara con un gran grupo de devotos del Rosario de Santa Rosalía y hermanos Nueva Esperanza. ¿La mezcla? La perfecta ¿el motivo? María ¿lo que allí se vivió? En el corazón de cada uno queda. Se podría estar más o menos de acuerdo con que la Virgen fuese de Nueva Málaga al Pantano;haría más o menos calor, que lo hizo y bastante; pero lo que allí empezó, hasta el día de hoy ha seguido.

Y es que mi amigo Joaquín, hubo una hermandad que ese día, sin hoja de solicitud de hermano, aumentó su número de hermanos por unas horas, al hacer que todos, junto a María, nos sintiésemos uno solo, como tu nieto nos dijo un día. Y que yo, que cada martes Santo los veo como un malagueño más, hizo que gracias a sus hermanos, me sintiera en medio de aquel campo, como en mi casa. Desde la cabeza visible, que es el hermano mayor, hasta los que habéis estado interesados por mí en todo momento sin que me faltara un detalle, desde un Whatsapp de cómo vas o qué ganas tenemos de que llegue el 29. Gracias de corazón.

Como bien sabes, no todo en la vida son buenos ratos y momentos felices, aunque los deseemos en todo momento; en el mes de agosto, casi subo allí arriba contigo, tu hija, tu nieto y demás personajes que por allí pululan. Pero no, me quedé aquí, me dejaron aquí, porque aún quedaba mucho por hacer. Y una de las cosas que tu nieto quería, era que hoy, 29 de marzo de 2014, yo estuviera aquí. Que estuviera aquí para agradecer esta bonita historia de amor que en un pantano empezó. Que estuviera aquí para hablar del perdón. Que estuviera aquí para hablar de Esperanza. Que estuviera aquí para pregonar a la hermandad de Jesús Nazareno del Perdón, y María Santísima de Nueva Esperanza.

Queridos hermanos sacerdotes, querido hermano mayor y junta de gobierno de la Hermandad de Culto y Procesión de Jesús Nazareno del Perdón y María Santísima de Nueva Esperanza, hermanos todos. En el mes de diciembre, recibí este encargo de parte de nuestra junta de gobierno. Un encargo a principios del adviento, que hizo que este tiempo de espera, de preparación a la venida del Señor, no acabara el día 25 de diciembre, sino que acaba hoy, día en el que juntos nos vamos a poner la túnica, nos vamos a cruzar el cíngulo, colocaremos el capirote, ya sea morado o verde, y desde las periferias malagueñas, sentados en nuestro banco, vamos a hacer que la hermandad más lejana, que a la vez es la que más cerca está de todas, llene a Málaga de Perdón y de Esperanza, ante un mundo oscuro y temeroso de sí mismo, en el que la vaciedad y la superficialidad frenan a todo buen espíritu.

Vámonos amigo Joaquín, que ya me he alargado bastante charlando contigo, que ya es hora y tu Hija y tu Nieto, esperan ansiosos el momento de llenar Málaga de morado y verde.

Mt 9, 36: “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.”

Y eso mismo es lo que el Nazareno del Perdón y María Santísima de Nueva Esperanza sienten cada martes santo cuando a las claras de la tarde, las primeras horas de un largo Martes Santo por delante, en las que ponen sus benditos ojos en las cientos de personas que abarrotan la que tal día parece una minúscula callejuela, la gran calle Magistrado Salvador Barberá.

Es el sentimiento de personas que viven sin Esperanza ninguna, azotados por la crisis, azotados por el paro, azotados por el no valorar la vida humana, azotados por el simple hecho de un “buenos días” caballero o señora no correspondido, azotados simplemente por simple hecho de una mirada amiga, hermana, que para muchos puede ser la única alegría que se lleven en el día.

Sentimiento el de una Madre que ve cómo va perdiendo a su hijo mientras camina delante de Ella, sentimiento de una Madre que ve a tantos hijos que por culpa de los abusos, ya sean políticos, económicos, y de miles de razones que no abarcan la mente humana, se quitan la vida ante tanto drama. Sentimiento en definitiva, que Él, El nazareno, y Ella, María Santísima, nuestra Madre, que junto a Jesús y junto a tantos hermanos, camina subiendo al Monte Calvario de la vida, y que durante más de doce horas, desde la cruz guía hasta la última promesa que va con su vela derramando gotas de oración, intentarán hacer que toda esta oscuridad se torne de una luminosidad en la que unos cofrades con ilusión, con alegría, con juventud, lleven a Málaga una nueva luz, un Nuevo Perdón, una Nueva Esperanza.

Mt 16, 24: “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

Y cada Martes Santo, Nueva Málaga se agarra a su cruz; Nueva Málaga pierde su vida durante docehoras; Nueva Málaga, como hizo hace 15 años, salió con un nuevo nazareno, nazareno del Perdón. Un nazareno en el que se ve el reflejo de un rey de reyes que es el siervo de los siervos; un nazareno de espalda encorvada y cargada con nuestros pecados, que no vino a ser servido, sino a servir; que cada Martes Santo derrama por sus dolores y compasión, la súplica eterna al padre para pedir y alcanzar nuestro Perdón. Un Nazareno, que no está hecho para estar en la capilla, y a él tampoco le gusta, sino que está hecho para que esa mirada eterna hacia abajo, hacia el mundo, hacia el corazón, pueda ser vista desde su trono. Trono dorado, que como el Nazareno no puede abarcar los cuatro puntos cardinales, tiene a todos los nazarenos de Málaga mirando a los que como él, caminan con su cruz en la calle Amargura de la vida.

Pero más aún, una mirada cercana de Padre, de amigo, que días antes, en su traslado por el barrio junto a nuestra madre, parece que se levanta ante los balcones, ante las ventanas, ante el comercio cerrado por la crisis; ante el emigrante que sin saber de qué va la historia se sonríe viendo que “ahí hay gente buena”; un único dos en uno, y dos en todos, que su barrio disfruta, reza y acompaña, en esas pocas horas en las que nuestras mujeres en el domingo de Pasión, los llevan a todos aquellos que el martes santo se quedarán en la triste espera en la que por enfermedad, edad, ya sea mayor o sea un crio al que su madre le dice, acuéstate y ya lo veras de recogía, el Nazareno y su Madre se dan por entero a Málaga en esas doce horas, en lasque los que esperan parece que tarda un año, y para los que acompañan, un solo minuto.

Y el nazareno, andando más atrás que hacia delante, con el cariño y buen hacer de portadores, capataces y mayordomos; y su madre, con un manto verde que arrastra a todos los desamparados, inundando las grandes avenidas desde Carlos Haya, Martínez Maldonado y Mármoles, hasta las estrecheces de Trinidad y Bailén; llegan a la ermita más grande que tiene Málaga. Ermita en la que de frente el nazareno y el crucificado muestran la gran teología del Milagro para el abatido, y el perdón para el que abate; la Amargura de la impotencia ante el suplicio de unos con otros, frente a la Esperanza que nos viene de arriba, porque como recuerda Pablo a los Romanos:

Rm 8: “24nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? 25 Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia. 26 Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.”

Y esta esperanza que no vemos, según Pablo, pero que aquí Málaga tenemos la alegría de verla cuando queramos, está en calle Hilera, es la que cada martes santo, en barco de oro, recibe con los brazos abiertos a los malagueños, que llevando capirotes morados y verdes, vienen a pedirle la fuerza necesaria para continuar su recorrido sin decaer en su Paso firme,dulce paso que alegra el amargor del largo camino, que hará volver cargados de Esperanza a todos los hermanos para expandirla por nuestras calles. Esperanza que cada año la Nueva Esperanza que viene de esta Nueva Málaga, renueva su voto romero y verde;para ser misioneros de esperanza a los más necesitados de ella; para llevar esperanza a un barrio en el que todo es nuevo, hasta la Esperanza; para llevar esperanza al que no dejan nacer, para llevar esperanza al que quieren quitar de en medio antes de tiempo por dinero, para llevar esperanza al que su familia abandona, para llevar esperanza al que no tiene a nadie, para llevar esperanza aunque sea con la forma de una simple sonrisa que muchas veces al que tienes al lado será el único gesto que reciba para que su día se bueno o no.

Porque el Perdón y la Esperanza son las bases de la vida del cristiano. Del buen cofrade. Uno que se diga que es cofrade, primero tiene que ser cristiano, y después cofrade. La cofradía, comunidad de cristianos, no puede ser una mafia llena de ocultismo e intrigas en las que se busca el poder frente al hermano. En la que vengamos a que se nos mire antes que al mirar y aprender juntos. En la que simplemente busco el reconocimiento personal. Para eso ya estánlos equipos de fútbol y los teatros. No puede ser la cruz del hermano, ni el hermano la cruz de la cofradía. No puede ser un ente que vive a su ritmo y  no se implica en nada en la vida parroquial.

Sí puede ser el lugar en el que la fraternidad sea la máxima de vida. Sí puede ser el lugar donde la comunión de Jesús con sus apóstoles, se dé en todos. Sí puede ser el lugar donde el que nadie quiere, puede ser el más querido; el que está en paro, puede trabajar más que nadie, sin esperar nada a cambio. Sí puede ser el lugar donde como los apóstoles en la transfiguración puedan decir: “Maestro del Perdón, qué bien se está aquí”. Maestro del Perdón, vamos a quedarnos aquí. Maestro del Perdón, aquí se está como en mi casa.

Si la base de la vida del cristiano son el Perdón y la Esperanza, la base de una cofradía, ha de ser esa misma.

Y llegará el momento en el que se plante la cruz guía en la Alameda. Se oirá desde las sillas: “ahí vienen los de Nueva Málaga”. Aquí llegan los del Nazareno del Perdón. Aquí están los de la Virgen de Nueva Esperanza. Ejemplo de fortaleza y juventud; ejemplo de constancia a lo largo de los años; ejemplo de la parábola del grano de mostaza, que al principio es inapreciable, y despues hasta los pájaros pueden anidar en sus ramas; ejemplo de lo que puede llegar a nacer de un antiguo nazareno de Pérez Hidalgo y una antigua dolorosa de Pueblo; ejemplo que las personas que en sus sillas y en las calles esperan que seamos, de Perdón ante la ofensa, y Esperanza, Nueva Esperanza, ante la desgana generalizada y la falta de ilusión en todos nuestros ámbitos; de perdón hacia fuera y esperanza hacia adentro; en definitiva: ejemplos de Perdón y de Esperanza con mayúsculas.

Con más farolas, con más sillas, con más abrigos, pero sin desmerecerle nada a Don Cristian o Bailén, entrarán los tronos en calle Larios. Calle que de un solo tirón es la más larga y a la vez la más corta del recorrido, como la historia de la hermandad, a pastito corto, sin prisa, pero sin pausa. Un año entero esperando ese momento. Un año entero para que el nazareno, mirando a izquierda y derecha, vaya bendiciendo con su 3 y 1, con su paso marinero que enlazado con su largo mecida, haciendo que los vientos se paren. Un paso cuadrado que rozando la perfección en sus cuatro noventa grados, hagan que la imagen, mientras se mece en el vaivén de una jábega, se le pueda disfrutar, rezar, admirar, mientras recorre la calle Larios, pase por tribuna, y se pierda en la inmensidad de Granada. Ay nazareno si yo fuese capataz, estarías más parado que andando, y me quedaría mirándote no solo a ti, sino a todos los que te están mirando cuando paras y diciéndote, ojalá todo lo que ellos te piden, lo que todos te pedimos se cumpliera. Para ello hace falta fe, y una gran dosis de amor. Pero, ¿y la Esperanza?

Y detrás, haciendo que las farolas que durante el año están separadas, estén más unidas que nunca; ejemplo de unión entre el centro y los barrios; todos caminando a una, bajo un mismo manto verde que inunda la calle entera, la Madre, su Madre, Nuestra Madre. María Santísima de Nueva Esperanza. Ahí viene la esperanza que nos falta. Que bajo sus varales lleva la juventud de un barrio, la ilusión de cientos, porque aquí en Málaga es así, cientos, y ella no podía ser menos, doscientos y pico hombres con sus penas y alegrías, que ese día se tornan verde y hacen que las de los demás tengan otro color más agradable. Y no hace falta ser portador de nuestra Madre para llevar esperanza a los demás, ni llevar la túnica un día o dar el martillazo a la campana. No. Todo esto sobra si cuando la miremos a ella no solo el Martes Santo, sino cada vez que vengamos a su capilla, que espero que sean unas pocas veces; todo esto sobra si al mirarla no tenemos la conciencia tranquile de haber hecho de nuestra vida un río verde de Esperanza que salta hacia los demás y que gracias a ella como don Bosco podamos decir siempre en nuestra vida: “Ella lo ha hecho todo”.

Avanza la noche, avanzan las horas, avanzan los minutos y voy a ir terminando, porque creo que la hermandad se encierra antes de que yo acabe elpregón.

Y llegará la madrugada a la tribuna de los pobres. Tribuna que el Martes Santo disfruta, reza, chilla, calla, mira, observa. Donde sin saber mucho de que va el tema, se ve si la túnica del Señor va bien o no es bonita, si las flores le pegan a la Virgen o el tocado va al gusto o algo le sobra. Y esta misma tribuna cada año estará más llena, porque no solo hay más pobres económicos, que también, sino que habrá más pobres en los que su mayor riqueza sea poder ver ese momento único en el que suenen los tres toques de campana y una voz se oiga diciendo: “¡el pulso de Nueva Esperanza!”. Pulso lento en el que Jesús y María serán presentados a su pueblo, a la Málaga humilde que espera horas ese momento, y que estando en lo más alto acogerán los piropos, las oraciones, los aplausos para guardarlos y conservarlos y, ¿por qué no? Intentar que se conceda aunque sea lo más mínimo.

Y podría acabar estas palabras hablando de la eterna subida por calle Mármoles hasta Nueva Málaga. Hablando de nazarenos que ya se sientan por las calles cansados del recorrido, cera consumida y casi sin fuerza para seguir ardiendo los pabilos, cuerpos de portadores ya encorvados por las fatigas,…todo muy poético, pero no. O podría terminar diciendo viva el nazareno y viva la virgen y todos aplaudiendo. Pero tampoco.

Este año se vivirá un momento histórico con el que ya sueño, y que imagino, y el que como decía el otro: “por nada del mundo me lo pierdo”. Al cruzar el puente de la Aurora, la gran avenida de los mármoles, este año quedará huérfana. Y esa torre neogótica que el domingo de Ramos habla desde la cruz, que el lunes santo va atada de manos pisando claveles rojos, y que el viernes Santo es trasladada al sepulcro, por primera vez en su historia, el Martes Santo de 2014, cargará con su cruz.

Sí hermanos, el Nazareno del Perdón y María Santísima de Nueva Esperanza pasarán por calle Trinidad en el camino de recogía a su barrio.

Permitidme como trinitario que soy, que imagine como será esa madrugada, ese momento, y que con la miel en los labios no acabe este pregón hasta ese día a esa hora.

Irán caminando sobre los hierros centenarios del puente de la Aurora, que ya llevan más semanas santas que todos nosotros. Dejaran la luz de la avenida para entrar en el recogimiento y la alegría de una calle señera donde las haya.Entraránuna calle que a pesar de haber perdido su sabor antiguo, sigue teniendo latente al barrio popular y devoto que fue.

Entrará de madrugada, y unas velas rizadas consumidas, aun tendrán luz para decirle, como una fuente que nunca se acaba, al Nazareno, que la Salud, a pesar de las heridas, nunca se agota, y que los dolores acaban y que de todo se sale. Si no, que me lo digan a mí.

El crucificado de la Esperanza mirará a la Virgen de Nueva Esperanza. Casi sin energías, le dirá que el Gran Amor que él nos tuvo, es la gran prueba de que da su vida por nosotros.

Y seguirán subiendo la calle, las fuerzas faltarán, y por ello saldrán al encuentro los discípulos amados y el gran Nicodemo, que soltando el sudario del Santo Traslado meterán el hombro para un tirón hacia arriba, y disfrutarán con los portadores de poder tener la experiencia de mecer a un nazareno con multitud de pasos inigualables.

Mientras, la madre de la Soledad, seguirá mirando al cielo, al pie de la cruz,esperando al Viernes Santo, en el que Málaga junto con ella mire al cielo, y no para ver si llueve como de costumbre, sino para buscar ese consuelo, esa Esperanza que irá viendo llegar lentamente, mientras el manto verde la va llenando aun más de Esperanza y confianza y hablándole a lo más hondo del corazón: “no temas, no te preocupes, al tercer día resucitará”.

Nicodemo y los suyos volverán al sudario, y  llegarán a lo más alto de la calle trinidad, donde aún quedarán claveles rojos por el suelo, claveles de oración que el Señor de la mirada tranquila, el de la túnica blanca, el Cautivo, aun recordará y que serán santo y seña de la devoción más que probada de un barrio.

Y la madre del malva, la Trinidad coronada, verá cómo su Hijo, por voluntad del Padre y con la ayuda del Espíritu Santo, cambiará la túnica blanca, por la morada de bordados persas; soltará sus manos, para abrazar la cruz; y dará el relevo hacia calle Bailén, que junto el verde hará que otro barco plateado deje chica la Trinidad, llene de Esperanza a un barrio que carece de ella durante el año y que solo miércoles y Jueves Santo quedarán sin tronos por su calles.

Y despues de este sueño, se perderán por la calle Bailén, Eugenio Gross los recibirá con los brazos más que abiertos. Y volverán a la calle del Magistrado. Y los santos abuelos, con la sonrisa del deber bien hecho, esperarán en su sede junto con un barrio que ahora sí, de todas las edades, de todas las condiciones, rodearan al Nazareno, al del Perdón, y a su Madre, María Santísima de Nueva Esperanza. Frente a frente, en un silencio que a la vez será alegría; en una música y una mecida que serán la gran oración del pueblo; en un encuentro en el que las tres partes, Cristo, María y su pueblo, nosotros, pondrán el broche de oro a un gran Martes santo en el que la cofradía que más lejos está, y que este año aun estará más cerca de todas; en el que desde el más chico hasta el más grande, desde el esfuerzo minúsculo de tocar una campanilla, al gran esfuerzo del peso del varal, habrán ido repitiendo la letanía interminable, con la que acabo este pregón, que no termino yo solo, sino que acabamos, y acabaremos el Martes Santo durante el gran recorrido y que seguro que todos los que nos vean la harán y juntos diremos:

Al Padre Celestial, que nos mandó su hijo, manso y humilde de corazón, encorvado por nuestros pecados y abrazado a la cruz, cargado con nuestras cruces, el Nazareno del Perdón; unidos siempre en común gloria y alabanza, con la alegría que siempre nos da el saber que tenemos una Madre, que es María Santísima, la de Nueva Esperanza; quenos conceda siempre la gracia de saber perdonar al otro, a la vez que olvidar, y lo más difícil, saber pedir perdón, que es el verdadero perdón; que caminemos unidos en una misma Esperanza que como ancla firme nos sustente ante los achaques dela vida, de los demás y de los males que causamos al otro; y que cada martes santo el milagro que hace ya más de 30 años comenzó en Nueva Málaga, haga que con nuestro grano de arena creemos entre todos los que estamos aquí y los que nos vean una Málaga Nueva, cargada de fe, para llevar el consuelo a los que más nos necesitan, y como deseo de nuestro Señor, siempre congregados en la Paz y la Unidad.

Amén.

Muchas Gracias.

 

Juan Carlos Millán

29 de marzo 2014

 

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